Lukács, un general de leyenda
Víctor Pardo Lancina
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El 11 de junio de 1937, un obús disparado desde las posiciones fascistas de la defensa de Huesca hacia Montearagón, alcanzó de lleno el automóvil en el que el general Lukács realizaba una inspección del campo de batalla, donde iba a concentrar sus fuerzas para tomar la ciudad a partir del día siguiente. El proyectil ocasionó la muerte del militar casi de forma instantánea. El conductor del vehículo, Luis Ventura Saornil, quedó muerto en el acto, mientras los otros dos ocupantes del automóvil, el comisario político Gustav Regler y el consejero Pável Ivánovich Bátov, conocido como Fritz, resultaban heridos de gravedad. Moría Lukács pero nacía una leyenda para la historia de las Brigadas Internacionales.
El general Sebastián Pozas Perea, jefe del Ejército del Este, había confiado a Máté Zalka, conocido en la guerra como general Pavol Lukács, el mando de una gran ofensiva sobre Huesca en la que actuaría como unidad de choque la XII Brigada Internacional, recién renombrada 45.ª División, de la que era comandante el mismo reputado militar de origen húngaro. La muerte de Lukács, que causará una enorme conmoción en las filas republicanas, determinará que sea el propio Pozas el que asuma la responsabilidad de la operación que, no obstante, se saldará con un rotundo fracaso. Las bajas se contaron por centenares en las filas internacionales a las que se había asignado como misión primera la toma de la carretera de Jaca a la altura de Chimillas, única comunicación de Huesca con el exterior, y también en las del POUM, formación que actuó en la carretera de Barbastro.
Máté Zalka, escritor, era en realidad el nombre literario de Béla Frankl, judío nacido el 23 de abril de 1896 en la localidad oriental húngara de Tunyogmatolcs. Su vocación literaria, manifestada muy temprano, no convenció a su padre que lo matriculó en una escuela militar. Destinado al cuerpo de Caballería de las filas austrohúngaras luchará en varios frentes durante la Primera Guerra Mundial. En la localidad italiana de Doberdo del Lago, próxima a la frontera con Eslovenia, asistirá el joven guerrero a cruentos combates, experiencias que trasladará después a una de sus obras más conocidas, precisamente titulada “Doberdo”, publicada poco antes de su llegada a España.
En junio de 1916 fue capturado por las tropas rusas en el frente oriental y enviado a un campo de concentración al este de Siberia, Jabárovsk. Junto con otros prisioneros de guerra húngaros, como él igualmente influidos por la ideología comunista, formará una unidad que se incorporará al Ejército Rojo interviniendo activamente en la Revolución de la que llegó a ser un gran propagandista. Fue condecorado con la Estrella Roja. También participará en la guerra soviética contra Polonia estando presente en la liberación de Kiev. Se nacionalizó ruso y allí se casó con Vera Ivánovna con la que tuvo una hija llamada Tálotchka.
Concluida la guerra, al tiempo que se ocupa en el Comisariado del Pueblo de Asuntos Exteriores, se dedicó con absoluta intensidad a su carrera literaria publicando cuentos y novelas. Perteneció a la Asociación Rusa de Escritores Proletarios y dirigió el Teatro de la Revolución de Moscú, también conocido como Teatro Mayakovsky en honor al poeta y dramaturgo de la vanguardia rusa. Igualmente colaborará con el Partido Comunista y será miembro del Socorro Rojo Internacional.
Lukács se incorporó a la base de Albacete de las Brigadas Internacionales en octubre de 1936 como jefe de la XII Brigada, en la que se alineaban combatientes franceses, belgas, checos, italianos, húngaros, alemanes... Precisamente su comisario será el escritor alemán Gustav Regler, que contará su experiencia en la contienda española en su novela “La gran cruzada” (2012). Presente en la defensa de Madrid a partir del 10 de noviembre, también combatirá en el Cerro Rojo, Mirabueno, Jarama, Guadalajara, Brihuega, Fuentes y Meco, Morata de Tajuña y de nuevo Madrid. Su último destino, al que llegó como aureolado general Lukács fue el frente de Huesca, estableciendo su cuartel general en Apiés (Ehrenburg, 2014).
Impacto directo sobre un coche ligero
“Vamos a tomar la ciudad –escribe Regler-, le dijo Albert [personaje literario que se corresponde con el propio escritor] a Werner [Werner Heilbrunn, médico de la brigada que morirá en Huesca el 12 de junio en idénticas circunstancias que el propio Lukács]. Estaban sentados en las rocas del Montearagón, que de forma abrupta descendían hacia la amplitud de la meseta. Werner seguía llevando su chaquetón canadiense amarillo, cuya piel de lobo raída sobresalía colgando por el cuello y las mangas. También él había girado la cabeza a la meseta, donde la ciudad surgía con sus cuarteles anchos, con el manicomio, en torno al que desde hacía meses se libraba una pequeña guerra sin sentido, y con su elevada catedral, que como una gallina clueca empollando en su nido se extendía por la plaza situada en el centro urbano”.
En el “Diario de operaciones de la circunscripción de Huesca durante el Glorioso Alzamiento Nacional” referido al 11 de junio, se da cuenta del avistamiento en el sector de Loporzano de 22 carros de combate rusos y también leemos: “La artillería batió y hostigó todas las agrupaciones enemigas de tropas y vehículos, haciendo un impacto directo con 15,5 [calibre artillero utilizado] sobre un camión que subía por Montearagón y otro sobre un coche ligero”.
Varios autores en sus libros de memorias refieren la muerte de Lukács. Francesc de Cabo (2005), combatiente de la 29.ª División Lenin del POUM y más tarde de las Brigadas Internacionales, traslada el testimonio directo de su correligionario Lluís Puig: “Puig estaba situado en un cerro desde el que observaba el tráfico de vehículos de todo tipo que desfilaban por la estrecha carretera que era una recta desde Huesca hasta el montículo de Estrecho Quinto, así como de los ‘ejercicios’ de tiro de la artillería franquista. De repente vio cómo un proyectil del 15,5 hacía explosión en la parte delantera de un coche, cerca del puente sobre el riachuelo Flúmen, alcanzándolo de lleno y lanzándolo por el aire envuelto en una nube de llamas, tierra, humo y pólvora”. Puig dio por muertos a los ocupantes del vehículo reventado, hasta donde se aproximó para encontrarse con un espectáculo dantesco. Con todo, antes de que empezaran a llegar otros automóviles con oficiales para hacerse cargo de la situación, tuvo tiempo de quedarse con una pistola, capote militar, gemelos de campaña –prismáticos Zeiss, según la descripción de Regler-, una brújula y materiales topográficos. “Los muertos –prosigue De Cabo- no acostumbran a usar estas herramientas que buena falta nos hacen a nosotros”.
El también miliciano poumista Miquel Adillón (2001), señala en su autobiografía la presencia de un grupo de oficiales de las Brigadas Internacionales en la carretera de Apiés –apunta la presencia de dos vehículos-, quienes “engalanados y con gorras de plato, con un telémetro inspeccionaban el sector y la ciudad que quedaba a un kilómetro de distancia”. “Un obús de artillería, de los muchos que sobrepasaban el vértice de la loma cayó cerca de los coches cuando iban a subir. Días más tarde supe que aquel obús despistado, por pura casualidad había matado al general Lukács, uno de los más prestigiosos jefes de las Brigadas Internacionales”.
Como se ve, no hay unanimidad acerca del lugar preciso donde fue alcanzado el vehículo de Lukács, aunque las descripciones señalan una zona muy próxima a la ciudad en la dirección de Montearagón y Estrecho Quinto.
Embalsamado en Bandaliés
Tampoco los distintos testigos coinciden en el primer destino del cuerpo del infortunado general antes de ser llevado a Valencia, capital de la República, donde iba a ser enterrado. Regler, en su novela de autoficción, lo situará evacuado todavía con vida en Siétamo, “en el barracón que hacía las veces de hospital”, el mismo lugar al que fue trasladado el 20 de mayo George Orwell tras haber resultado gravemente herido en el cuello. El director cinematográfico griego Manosz Zahariaszy realizó en 1976 un documentado largometraje producido por Hungría y la URSS –se podrá ver en Huesca el próximo 22 de junio- que recrea la peripecia del escritor en la Guerra Civil española. Pero Zahariaszy situará a Zalka en un hospital en Sariñena, extremo que resulta de muy difícil asimilación dadas las críticas circunstancias que rodean el traumático final del brigadista en el frente de Huesca.
Más plausible resulta la versión sostenida por la familia Vallés radicada en Bandaliés. De acuerdo con este relato fue amortajado, quizá tras su paso por Siétamo, en la casa familiar que había sido requisada por los milicianos y convertida en hospital de sangre. Se da la circunstancia de que el propietario, José María Vallés Foradada, defensor en diciembre de 1930 de los capitanes Galán y García Hernández, sublevados en Jaca, juzgados en consejo de guerra y fusilados, también había sido el primer alcalde militar de Huesca tras el golpe de Estado del 18 de julio.
La prensa republicana toda se hizo eco del luctuoso suceso, en particular los periódicos levantinos. También los diarios soviéticos “Izvestia” y “Pravda” publicaron las crónicas enviadas por sus respectivos corresponsales, Iliá Ehrenburg y Mijail Koltsov, ambos vivamente impresionados por lo ocurrido. “A pesar de haber combatido mucho en su vida –dirá Ehrenburg- no se había convertido en un militar. Trataba a las personas con el interés y la comprensión de un escritor que conoce mucho mejor las madejas de las pasiones que las cotas de los mapas”.
“Lukács, mi buen Lukács –se lamenta Koltsov (1963)-, ¿es posible que esto haya ocurrido?”. El 15 de junio llegaron los restos del general a Valencia y el féretro quedó expuesto en la sede del comité provincial del Partido Comunista junto con los del conductor italiano Ventura Saornil y el comandante médico alemán Werner Heilbrunn. A media tarde del día 17, tras haber recibido todo tipo de honores y decenas de coronas de flores, partió la comitiva en dirección al cementerio general presidida por el jefe del Gobierno Juan Negrín y el jefe del Estado Mayor Central coronel Vicente Rojo. Formaban parte del cortejo fúnebre los ministros Indalecio Prieto y Jesús Hernández, el exministro Julio Álvarez del Vayo y el secretario general del PCE José Díaz, además de representantes de las Brigadas Internacionales y del Ejército Popular de la República.
“Los oradores –escribe Koltsov- han dicho que el arrojado antifascista, general Lukács, ha entrado en la historia del pueblo español como un héroe inolvidable. La escolta de honor mantenía los fusiles en posición. Una muchedumbre incontable escuchaba en silencio, descubiertas las cabezas”. Los fotógrafos Robert Capa y su compañera Gerda Taro, que morirá un mes más tarde en la batalla de Brunete, tomaron en Valencia decenas de imágenes que, tras permanecer desaparecidas buena parte de las series desde 1939, serían redescubiertas en la “maleta mexicana” hallada en 2007.
Cabe anotar, por último, que los restos del general Lukács, inscrito en el cementerio valenciano como “Matías Jalca Lukas”, inhumado el 17 de junio de 1937 en el nicho 98 de la primera tramada, 4º izquierda, fueron trasladados a Budapest el 4 de abril de 1979.
Bibliografía ADILLÓN I BAUCELLS, Miquel (2001), El último soldado del POUM, Barcelona, ed. del autor. CABO VIVES, Francesc de (2005), Nuestros años treinta. Recuerdos de un militante del POUM, Madrid, Sepha. CRUSELLS, Magí (2001), Las Brigadas Internacionales en la pantalla, Ciudad Real, Universidad de Castilla-La Mancha. EHRENBURG, Iliá (2014), Gente, años, vida. (Memorias 1891-1967), Barcelona, Acantilado. KOLTSOV, Mijail (1963), Diario de la guerra de España, París, Ruedo Ibérico. REGLER, Gustav (2012), La gran cruzada, Madrid, Tabla Rasa. TIJOMÍROV, Mijail (1962), El general Lukács, Moscú, Editorial Progreso.
NOTA: Una versión reducida de este artículo se publica en el Diario del Altoaragón el 11-VI-2017, ochenta años después de la muerte del general.
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